Paseo a un pretérito cercano

Sin darme casi cuenta, en los días pasados, mi agenda mental se había llenado de tareas que nada tenían que ver con la imagen idílica que venía asociando desde un principio a mi estancia aquí. Me habían hablado de excursiones por el campo, paseos por los barrancos, ratos de playa, pero así estaban las cosas. Un inusual temporal ha arremetido contra la isla toda la semana, se han llenado charcos y presas, y se han empañado los cristales de lluvia. Quedando toda actividad exterior suspendida o aplazada hasta que amaine la tormenta.

bola con reflejo en nieve

La imagen no es mía. Pixabay me la presta

Cuentan las noticias locales que ha caído granizo y nieve en la cumbre, en lo más alto de las montañas, congelando por unos días la superficie de parte de la isla y de mi ánimo, que, pobre, a ratos se asoma, mirando por la ventana, esperando la tregua de las nubes negras que rodean esta enorme casa. Cayendo a ratos en el desespero y en el aburrimiento, dándole una pasajera oportunidad a la meditación, he leído libros recuperados de la librería del gran salón, he abierto y cerrado cajones, buscando tesoros en las mil y una cajas de esta casa,…

Y tras estos días de retiro involuntario, donde nos creíamos abandonados a nuestra suerte, hoy por fin ha llegado la calma tras la tormenta, y me han animado a salir y disfrutar del tiempo, o eso me pareció que me dijeron las voces difuminadas desde el pasillo…

Mochila con todo lo necesario al hombro, toda la mañana por delante. Por fin un respiro que me permitiera salir al mundo con un parte meteorológico acorde a lo habitual por estas tierras.

Me encontraba paseando por el pueblo, y en un momento dado, me detengo en la parte antigua de la ciudad. Hay unos pocos turistas sacándose fotos con las fachadas reseñables a sus espaldas. El día está gris, y el ambiente algo húmedo y frío. La tregua de lluvia y viento parece que será muy breve.

De pronto recibo un golpe en un lugar recóndito de mi mente. Algo repentino, como si se hubiera encendido un interruptor en mi cabeza. Un fogonazo cegador en mi entendimiento. Una calle conocida. Busco a mi alrededor algún estímulo extra que me dé más pistas, que siga despertando mi memoria. Flores y adoquines de piedra. Una librería. Un león. Un castillo. Sigo andando, con más curiosidad que nerviosismo, y encuentro un escaparate de puertas correderas donde en su día hubo un edificio en ruinas.

Me paro justo delante. Son de esas puertas con cristales que permiten ver un nítido reflejo, pero nada del interior del establecimiento, a menos que haya algo situado justo detrás del cristal, o en este caso, a punto de salir. Me coloco de tal manera que haya la suficiente distancia para no provocar que el mecanismo me detecte y empiece a abrir y cerrar las puertas, pero lo suficientemente cerca para ver el reflejo en el cristal.

Allí hay una niña pequeña, sonriente, con el pelo negro y rizado, de unos 7 ú 8 años delante de mí, que sale del local con un papel pequeño, como un carnet blanco, en su manita. Se abre la puerta y veo el interior del recinto. Apenas distingo nada en el primer vistazo que me da tiempo a echar antes de que se vuelvan a cerrar las puertas. Empiezan a caer unas gotas de lluvia y busco en mi mochila un paraguas, pero no lo encuentro.

Cuando alzo la cabeza es una muchacha mayor, abrazada a sus libros, la que está detenida tras el cristal, mirando hacia fuera. Adivino que está estudiando si salir o esperar a que pare la lluvia. Se abren de nuevo las puertas porque un grupo de chicos con mochilas llega corriendo, entre risas, y se ha acercado para guarecerse del tiempo. En ese momento atisbo a ver una estancia amplia y colorida. Y ahí se vuelven a cerrar las puertas y entonces, sucede algo extraño.

La misma chica de los libros sigue allí, está justo frente a mí, (me está mirando?), y a pesar de la lluvia, distingo su pelo alborotado, en un principio, rojo en las puntas, el cual comienza muy suavemente a cambiar de color, subiendo poco a poco el rojo hacia las raíces de su pelo negro, tornando a azul por los mechones del lado izquierdo, pasando posteriormente a tener unos flecos verdes que a su vez van invadiendo el resto de la cabellera, pasando posteriormente a un pelo con mechas violetas y azuladas, y vuelta a un turquesa… Cambios tan tenues que se convierte en una visión hipnotizante, que me hizo olvidar la lluvia que ya me estaba calando todo el cuerpo.

De repente, el grito de un chico que pasaba con el skate me ha despertado de mi ensoñación, y me he visto dando varios pasos rápidos hacia atrás para evitar que me arrolle. Vuelvo la vista al reflejo del cristal, y solo veo a una mujer joven, con el pelo mojado por la lluvia, que sonríe.


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_Llaysha_

6 comentarios en “Paseo a un pretérito cercano

  1. Yo también sonrío. 🙂
    Te dejo la letra de un grupo muy abuelete ya, pero que se hacía las mismas preguntas.
    No te dejo ni el título de la canción ni el nombre del grupo. Es fácil averiguarlo, mejor lee la letra primero.
    Lo dicho, ¡disfruta!
    Hace ya
    de un tiempo a esta parte
    tu notas que
    te están pasando cosas que antes no…
    no te habían sucedido jamás
    Sabes que
    te estás haciendo grande y eso está bien
    pero algo dentro tuyo has perdido y es…
    dificil de buscar
    Y el niño aquel,
    que tu eras antes…
    se fue, no está
    y aunque eres el mismo…
    ya no es igual, pareces distinto
    debes buscarlo lo vas a encontrar…
    No! No! que el tiempo no te cambie…
    No! No! que el tiempo no te cambie…
    No! No! que el tiempo no te cambie… no!
    pensando todo el tiempo en el “qué dirán”
    un café, un cigarrillo y un ademán…
    de hombre serio y en su lugar…
    Y también
    has cambiado tu modo de pensar
    dices lo que está bien y lo que mal
    con gran seguridad…

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  2. Pingback: Reencuentro | El pensadero de Yai

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