En esta época de oír decir «Felices fiestas» a todas horas, por algún motivo, a mi cabeza llegan mil cosas luminosas, coloridas y sabrosas.
Las natillas con forma de los personajes de Los Simpsons.
Las ensaladas ricas de abuelo.
Y sus macedonias de frutas XXL.
El «chupachups» con azúcar en el bolsillo. (Para después de comer).
La pandereta del patio.
El drago que plantó papá.
Los findes con «Noche de fiesta» y «Qué apostamos» en la tele.
Y abuela quedándose dormida, dando cabezadas, con los brazos cruzados sobre el vientre.
Los colores, brillos y luces en las figuras de abuela.
Los muñecos bailarines de abuelo.
Las golosinas del ropero, ese tesoro escondido que papá rescataba.
La pecera del pasillo, con mil bolitas de colores.
Jugar todos al cinquillo y al huevo duro en la cocina, durante la sobremesa. Con pesetas, antes. Sentados todos, como se podía, bordeando la mesa de la cocina.
Y, jugando a «la bola» (el bingo), cantar los números como abuelo:
— ¡La guardia civil! (el 55)
— ¡La niña bonita! (el 15)
— ¡El hediondo! (el 10)
— ¡Los dos patitos! (el 22)
¡Y lo que rabiaba cuando perdía! Poca gente he conocido con ese don de ponerse cascarrabias y reírse al mismo tiempo (mientras recogía las monedillas que no había perdido).
Los banquetes navideños.
Las bandejas con todos los tipos de turrones posibles.
El mazapán.
La pata asada.
Las hileras de luces que rodean al árbol gigante y que se enredan un año tras otro.
El gran portal de Belén, que antes hacía abuelo, y ahora abuela.
Sus destellos multicolores al ritmo de la música de organillo, haciendo sonar villancicos durante horas en el salón.
Con el serrín, la fuente del delfín mutante (desproporcionadamente grande), el río con papel de aluminio. A veces, hasta coches veías haciendo cola para ir a ver al niño Jesús.
Buscar a los dos que cada año hacen caquita escondidos.
Los papanoeles colgando, medio ahorcados, tan graciosos, por las ventanas.
La negra araña de mentira de abuelo.
La falsísima caca de broma.
Todas esas cositas de la infancia que se quedan grabadas, y que asocio tanto con esta época de reuniones y cariñito familiar. Porque la Navidad, además de luz y color, trae el recuerdo de las raíces más tiernas, los abuelos.
Ohhhhh… Me has emocionado. Infancia y abuelos. Eso es la Navidad. Precioso
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Pues sí, y vaya abuelos los míos 😉. Gracias, Nati, y felices fiestas 😄.
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¡Que suerte Yai! que durante muchos años, siga trayéndote la navidad cosas tan chulas
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Muchas gracias, es lo mejor de la navidad sin duda, el ambiente familiar.
Un abrazo, y felices fiestas. 🎄
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Que lindoooo!!!
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Gracias, Cami 😉.
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Todo un tema las Navidades! Linda las asociaciones con los abuelos. Las experiencias individuales son frecuentemente icónicas y universales!
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Imagino que sí, que hay quien tenga recuerdos similares a los míos. Gracias por pasarte por aquí, Constantino. Felices fiestas 😃.
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Pingback: Lo que trae la navidad — El pensadero de Yai – Tecno Grace
Ey, gracias por compartir esta entrada. Un abrazo 😉.
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Joooo Yai, que bonito, que tierno, que real y que familiar. Muy emotivo. Un abrazo grandote desde aquí ^^ 🌼
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Muchas gracias, mi niña. Qué bien tenerte por aquí. Otro abrazo desde UK. 😊💚
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