Agolpados están los minados soldados. Sentados a los lados del camino.
De repente y sin aviso se rompe la evolución cíclica de los días, rutina empobrecida y gris que hasta ahora no auguraba nada bueno para aquella, su patria.
– ¡Mira! – dice uno, señalando al cielo, con la boca abierta.
Habían comenzado a caer lentamente del cielo pequeños paquetitos de diversos colores.
Admirados, los hombres se levantaron para cogerlos en el aire.