Me gustaba alzar la vista y ubicarte, saber que estás ahí, aunque sea lejos.
Pero hoy me encontré perdida y acogida por una libertad nueva, muy lejos de ti, en la costa.
No podía saber si, después de toda la importancia que le di a tu figura, te estaba dando la espalda.
He de decir que, habitando este rincón nuevo, con los ojos hacia el mar, lo ignoraba.
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Las esquinas sucias
Una chica normal con un chico normal. En sus treinta y algo ambos.
Comparten vida en su piso, tardes de sofá y tele, y, cuando no están enfadados, también cama.
Sigue leyendoSi ha de pasar, pasará
«Si algo ha de pasar, pasará».
¿Cuántas veces lo habré escuchado?. Lo de fluir no es mito. Juro que lo he visto. Y no creo en dioses, pero las energías, sin haberlas visto, sé que no son mentira. Es real. Y empiezo a creerme eso de que si algo está pa’ ti, llega.
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Ahora bien, dejárselo todo al cosmos es muy de gandules o de cobardes. O ambas.
De amores incondicionales y decisiones
Escuché que solo madres y padres entrañan la fuente más pura de lo que llaman amores incondicionales.
Creo que quien dijo eso no tiene sobrinos. Porque yo no soy capaz de ver límites en el querer y de tanto que quiero a los míos, sé que adoraré a mis sobrinos como extensiones suyas que son, y se formarán lazos fuertes como tentáculos de pulpo achuchadores igualmente duraderos.
Lo que trae la navidad
En esta época de oír decir «Felices fiestas» a todas horas, por algún motivo, a mi cabeza llegan mil cosas luminosas, coloridas y sabrosas.
De medias, lazos y redes
Hace poco escuchaba que somos la media de las 5 personas que se encuentran en nuestro círculo más cercano.
La hormiga pensante (4)
De inversiones extrañas y caminos
A cualquier cosa a la que le dediquemos cierta parte de nuestro tiempo y nuestra atención, cuesta decirle adiós. Sucede con los estudios, un trabajo o una relación.
El Ecuador
Hoy, 21 de Junio del 2018, ha llegado el ecuador de nuestra existencia conjunta.
Media vida contigo en ella. Otra media deambulando. Tratando de aprender a seguir.
Y lo hicimos. Como pudimos.
Los tres escalones
Como tres pesados escalones, largos y altos, recorridos. Tres décadas.
Recuérdame
Estoy en los lugares más recónditos de la biblioteca de tu mente. Estoy instalada en una habitación muy pequeña y descuidada, a la que apenas le da la luz.
Lina
Lina no lloró el día que murió su madre.
Tampoco el día que se escapó su conejito Mimo. Era una niña en ocasiones muy introvertida, y en otras podía ser muy curiosa y habladora. Su padre entendía y amaba su forma de ser. Salvo su ligera inexpresividad, era una niña encantadora. Sus notas eran buenas, incluso excelentes en algunas materias, y aunque no tenía muchos amigos, se relacionaba sin dificultad.
Objetivo
La llegada de un nuevo año marca, mientras se aproxima, la cercanía de lo que queremos entender como un abismo. Un vacío. Como una libreta en blanco, preparada para ser escrita. Un cambio de calendario que vemos como un final y un principio de algo.
El pasado año ha sido oscuridad e incertidumbre. Tormentas y huracanes. Aires fuertes y sombríos que despeinan y tumban. Que te quiebran las piernas y el ánimo.
Pero entre los días lluviosos y grises, se coló un hilo de esperanza.
Las tres meigas. Capítulo 3
Capítulo 3. La meiga grande
La meiga grande es la mayor de las tres que componen el pequeño aquelarre.
Hechicera de alma vieja y cuerpo juvenil.
Es más fuerte de lo que pudiera parecer con su delgado cuerpo. Y hasta los árboles más altos temen su furia.
Cabeza en constante funcionamiento, siempre cavilando a la luz de la luna.
Tu día
Hoy hace 28 años que llegaste a este mundo. Y quién te lo iba a decir, ahora lo recorres en coche de a poquitos.
Lo hiciste pisando firme. No das un paso en falso, siempre sabiendo bien hacia dónde vas y lo que quieres.
Marcas tu camino sin importarte las segundas opiniones.
El hilo rojo de las rosas (Parte 2)
Continuación de «El hilo rojo de las rosas» (Parte 1):
-¿Y qué hay de nosotras? ¿Tenemos un hilo rojo también?– dijo Rosa.
-¿Cómo vamos a tener nosotras un hilo rojo? Esos son cosas de los «sin raíz». ¿Verdad, Mamá Coigüe?– dijo Flor.
Tras un largo silencio, respondió Mamá Coigüe, mientras se desperezaba agitando sus largas ramas.
El hilo rojo de las rosas (Parte 1)
Era una de esas tardes con cielo despejado, la tregua de un día especialmente caluroso de verano, con el sol ya cayendo, que va tiñendo el paisaje de una luz amarilla cada vez más anaranjada. Se acicalaban los cisnes junto al río, pasaba una mamá pato con sus crías, y corría una ligera brisa, mientras sentadas en la hierba junto al río, conversaban dos amigas.
– No sé porqué siempre escojo tan mal. Pensaba que estábamos hechos el uno para el otro…
– Bueno Luci, a lo mejor esto es solo una riña y mañana se arregla todo – dijo Claudia, tendiéndole un pañuelo a su amiga.
– ¿Tú crees? – le contestó Lucía con cierta desgana, secándose las lágrimas que se le escaparon rodando por las mejillas.
– Lo que tiene que ser, será. Está todo escrito. Mi madre una vez me contó una leyenda… ¿Conoces la historia del hilo rojo del destino?
La loca del mar
Cuando la conocí estaba triste casi siempre.
Ensimismada, encerrada en su cabeza.
Mirada esquiva. Pantalones desgastados. Poco que decir.
Pero tenía algo que te atrapaba, no sé qué era.
Recogida en las formas, tenía una voz melódica.
Tenía algo.
Le faltaba algo.
El tiempo y eso suyo
Qué bonito debía ser.
Cuando dos enamorados se separaban y esperar y confiar en que cada viernes el cartero suba la cuesta con una carta para recibir buenas nuevas. Y así recordarse o irse olvidando. O cuando una despedida significaba parar el reloj aquí y encenderlo allá.
Cuando su paso era lento.
Ella
Ella es especial.
De esencia única.
Y grande de espíritu.
Siempre jugó en otra liga, la de los seres extraordinarios.
Ella está por encima de modas, de envidias y de riñas.
Porque es íntegra, y le sobran los adornos de cualquier tipo.
Diez unidades de tren
El principicidio
El sapito de cuento, con su minicorona y todo.
Don Julio, como le gusta que le llamen, conserva su mente lúcida, aunque no tanto su cuerpo.– Llámeme Don Julio, uno no deja de ser un señor por ir en pañales.– dice siempre con una sonrisa.
Siempre se muestra muy amable con todos, y aunque a sus 76 años su estado de salud no es el que quisiera, sigue siendo una persona muy alegre. Tiene dos hijos, que le visitan cada sábado con sus nietos.